La aspereza del desierto es como una goma de textura lija. No soy hombre de arena. Si bien la he visto como espectador curioso. Tal vez en el futuro he de aprender a querer a la arena y la arena ha de aprender a quererme.
Mas bien soy hombre de barro. Mantengo un antiguo aprecio por el lodo. Grata mezcla del agua y de la tierra. Entre el barro, sobre el barro, metido hasta la frente en el barro, he sido y creo poder volver a ser feliz.
El sonido del barro viene con carga de electricidad y de vida. No tiene ese mudo desprecio de la arena, que toca y se va. El barro te invita revolcarte entre sus brazos. O a pisotearlo.