Mochileando por Europa aprendí muchas cosas, pero una de las más sorprendentes fue la lección que recibí de mi amiga, compañera de viajes y casi hermana, la escritora Rossana «Roca» Díaz. Ella me enseñó que «las españolas están todas locas». A todas les falta una tuerca, algún tornillo, se les ha reventado un fusible o les cayó un balde de agua en los transistores. Difícil de creer, porque las españolas son SIMPATIQUISIMAS. Un amor de lindas, casi casi latinas en todo. Pero si las conoces mejor, si las tratas, si sales con ellas, poco a poco te das cuenta, aprendes, que lo que me enseñó Roquita, tiene bastante de verdad. Después de la llegada de la gallega Doda, como un ventarrón, una noche genial de conversa y paseo por Manhattan y despedida con promesa incumplida de listín cinematográfico, correspondencia y regreso a Nueva York. Después de la llegada en viaje relámpago de Patrizia, valenciana rastawoman y surferita, mochilera, pintora y fotógrafa, que llegó cargada de besos gordos en la maleta y se fue en silencio, estresada y sin siquiera decir adiós. Y conforme escribo esto me voy acordando de otras historias. Historias de españolas simpatiquísimas (Bueno, TODAS son simpatiquísimas. Que tire la primera piedra el que conozca a una española que no lo sea) pero siempre haciéndose un mundo de complicaciones, de una manera definitivamente NO LATINA. Y no vale que siempre te repitan que cuando las españolas se entregan , se entregan con todo, porque aquello solo sirve para aclarar un pequeño porcentaje de las 50 dudas que te deja una española. ¿Serán interesantes porque son más complicadas? ¿Serían más interesantes si no lo fueran? Tal vez ni siquiera hay que preocuparse por tratar de entenderlas, se debe disfrutar de los buenos momentos, de sus hermosas sonrisas, de sus rollos . Escucho ahora una canción de Sabina y entiendo mucho mejor de donde salen las historias de su letras. Las españolas son adorables, aunque estén todas locas.